lunes, 16 de mayo de 2011

Los 8 mejores alimentos para comer después de hacer el amor


¿Pizza o helado? ¿Chocolate o vino? Estos son nuestros elegidos para comer después del jadeo.


Luego de una intensa e inolvidable maratón sexual, aún entre las sábanas, el cuerpo nos pide algo que no tiene nada que ver con caricias ni demostraciones de amor. Queremos comer. Salado, dulce, lo que sea. Y tiene que ser rápido. ¿Pero qué?
Para solucionarle el tema a los hambrientos amantes del mundo, Planeta JOY se propuso enumerar los ocho mejores alimentos para después de hacer el amor. Leé y andá llenando tu heladera. Después no digas que no te avisamos.

1. Pizza
Los libros podrán decir que uno come pizza después de tener sexo porque los hidratos de carbono nos ayudan a recuperar la energía perdida, pero la explicación real es otra: comerse una porción de muzza, tiene una mística especial. Sexo y pizza hacen una gran pareja y no hay demasiadas explicaciones racionales al respecto. Sólo se puede argumentar que la pizza es práctica porque se come en la cama y uno se puede limpiar las manos en el cartón. También pesa el hecho de que, si se llama al delivery, se puede a abrir la puerta en bata y pantuflas, para luego regresar sin escalas a la cama.

2. Helado
Debe ser que vimos demasiadas películas en las que el helado es funcional al revolcón. Sin embargo, en este caso el potecito de medio kilo no estará al servicio de ninguna fantasía sino que servirá para saciarse después del acto pasional. Es refrescante y se comparte a cucharadas o lengüetazos, según cómo venga la mano. Al igual que la pizza, se puede pedir por teléfono y no hay que vestirse para salir a comprar. ¿El mejor sabor? Dulce de leche granizado. Imbatible.

3. Chocolate

Este punto es algo tramposo. El chocolate es un clásico para después del sexo; pero, al ser el cacao un estimulante del deseo sexual -por tener un componente llamado feniletilamina-, el “peligro” de comer demasiado es volver a arrancar con las caricias. Por eso hay que despacio con las tabletas. Ya hay demasiadas endorfinas en juego en este asunto.

4. Frutos secos
Claramente es un tema de texturas lo que convierte a los frutos secos en grandes estrellas del post-sexo. Damascos turcos, ciruelas, pasas, nueces, avellanas y almendras (ricos en vitamina B2, aunque a quién le importa), con una copita de vino blanco fresco, son el complemento ideal para dormirse en cucharita. El único problema es que, si uno le dio duro a las almendras, hay que cepillarse los dientes por última vez antes de entregarse al sueño, lo cual puede resultar un poco engorroso cuando se está abotonado.

5. Tostadas
Este punto requiere un esfuercito más. Implica ir hasta la cocina, poner unos panes en la tostadora y volver a la cama con una bandejita que incluya queso crema, triángulos de gruyere y una buena mostaza. La tarea de untar las tostadas, esa laboriosa y mínima ceremonia, es un juego que siempre funciona después del coito. Eso sí, hay que intentar no llenar la cama de migas.

6. Dulce de leche con merengue
Aquí se nos soltó un poco la cadena. El dulce de leche con merengue es un clásico para el after sex, pero en este caso lo que se busca no es un sueño profundo sino todo lo contrario. Ver a nuestra pareja sumergida hasta la nariz en un pote de dulce de leche, y encima acompañándolo con merengue (¿existe un mejor cuadro para pintar la gula?), es un placer en sí mismo: esa lujuria golosa, claramente, pasará a mayores.

7. Una copita de vino
Nada de recetas complicadas. Una copita de vino siempre viene bien después de hacer el amor. Nos manda a dormir sin escalas y con la doble felicidad asegurada. Se recomienda, sobre todo, si planeás encamarte a la hora de la siesta.

8. Chupetines
Otro detalle un poco chancho. Si después de tener sexo le ofrecés un Pico Dulce a tu pareja, es  porque todavía te quedaron ganas de seguir con lo primero. Ver a una mujer con un chupetín en la boca ejerce en el hombre una fascinación de primate de la era cenozoica. Es una golosina muy útil para tener en la mesita de luz; además, mucho más sana que echarle mano al paquete de cigarrillos.


Por José Barki y Vanesa Klover


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